El Yo inconcluso

ImageCuando Moisés preguntó de quién era la voz que hablaba desde la zarza, le dijo: “Ego sum qui sum”. Yo soy el que soy.¿Para qué mas? No hacían falta más explicaciones. Sin embargo, Saddam, al ser encontrado en su madriguera, tuvo que aclarar: ” Yo soy Saddam Hussein, presidente de Irak”.

Según Norman Mailer, el yo fue la máxima palabra del siglo pasado, pero seguramente se quedó corto. Es también la palabra de este siglo, como ha reconocido hasta el mismo diccionario de Oxford. Seguramente incluso será la palabra de siglos venideros.

A propósito de la clase de hoy, hemos querido reflexionar un poquito más sobre la construcción del yo como relato y el narcisismo como parte de nuestra esencia postmoderna.

Empecemos con un breve relato de Orlando Barone, escritor y periodista argentino:

Biografía inconclusa: Nací, pero no he muerto.

Evidentemente, todos los vivos de este mundo son muertos inconclusos. Podríamos preguntarnos si después de muertos estamos conclusos o si hay terceros que siguen construyendo nuestra identidad, más hoy con redes sociales que no se cierran tras la defunción.

Dice Lao Tsé: “Cuanto más elevado es el sujeto más subterráneo es el yo”. Y dejo esta frase como llamada a la reflexión en una sociedad digital en la que no dejamos de mostrarnos nunca.


La vida como una performance: el Self en la Sociedad Digital

mascaras sociais¿Qué es la vida? Una performance. ¿Y qué somos nosotros? Actores en el escenario de la vida diaria.

No es que en estos días de nuevos propósitos e ilusiones me haya vuelto majara. Ando preparando unas clases de Identidad Digital y Reputación Online y me he acordado del gran Erving Goffman, el padre del Interaccionismo Simbólico. Goffman escribió The Presentation of Self in Everyday Life en 1859, y hoy mucho de lo que explicaba en su obra puede trasladarse a la Sociedad Aumentada en la que vivimos con algunas complicaciones.

Decía Goffman que construimos nuestro Yo a partir de las interacciones con los demás y que las personas somos actores preocupados por ofrecer una imagen convincente de uno mismo. Es por ello que nos ponemos máscaras y las cambiamos según nuestro auditorio, máscaras que sólo nos quitamos en el Backstage. Pero… ¿existe un Backstage en una sociedad en la que todo el mundo etiqueta a todo el mundo y en la que es cada vez más difícil controlar lo que se publica de uno mismo?  El control de la propia imagen  y la reputación se complica en el momento en el que se multiplican los terceros con poder para construir el Self y olvidamos revisar nuestra configuración de privacidad en muchas de las redes sociales, aplicaciones o webs en las que abrimos una cuenta. Los límites entre el Back y el Frontstage se diluyen, y aquél que se empecine en separar perfiles personales/profesionales o mundos on/off, lo puede pasar muy mal.

¿Es esto una pesadilla? Para mi, no. Simplemente es diferente. Hay que ser consciente del cambio y de la complejidad del mundo en el que vivimos. Y adaptarse. Las máscaras seguirán existiendo. Solo se han vuelto más sofisticadas. Si somo actores, actuemos. Tejamos identidades. Pero hagámoslo con honestidad, respeto y una cierta transparencia. Usemos el Código de Buena Conducta tanto on como offline y representemos la performance de la vida diaria.